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La relación entre instinto biológico y vínculo emocional
En el mundo del comportamiento animal o etología, una de las preguntas más frecuentes es: ¿nuestras mascotas nos quieren realmente o solo responden a sus instintos? La respuesta es más compleja de lo que parece, pues involucra tanto la biología como el aprendizaje social.
Las personas suelen interpretar ciertas conductas animales como muestras de amor incondicional. Un perro que se alegra al vernos, un gato que nos sigue por la casa, una mascota que busca nuestro contacto cuando nos sentimos mal pero, ¿hasta qué punto esto es instintivo y hasta qué punto es una forma de cariño?
Instinto biológico vs Apego aprendido
El instinto biológico es el conjunto de comportamientos automáticos que un animal desarrolla sin necesidad de enseñanza. Estos incluyen la búsqueda de alimento, la reproducción, el refugio y, en el caso de muchas especies, la protección de su grupo social.
Por otro lado, el apego aprendido surge de la interacción constante entre un animal y su entorno. Los perros y los gatos han evolucionado para adaptarse a la convivencia con los humanos, desarrollando formas de comunicación que nos resultan familiares. Un perro que aprende a responder a una caricia con tranquilidad o un gato que reconoce el sonido de la voz de su dueño han desarrollado este tipo de apego.
Algunos ejemplos de cómo interactúan el instinto con el apego aprendido son:
Un perro puede lamer la cara de su dueño porque en su instinto está el comportamiento de lamido que los cachorros hacen a sus madres para estimular el alimento. Pero, con el tiempo, aprende que esta acción es bien recibida por su familia humana.
Un gato puede amasar a su dueño porque es un reflejo de su etapa de lactancia, pero lo mantiene en la adultez porque asocia este gesto con bienestar y seguridad.
Un conejo que se acerca y se acurruca junto a una persona ha aprendido que ese contacto es seguro, porque en estado salvaje un comportamiento así sería impensable.
El instinto siempre está presente en el comportamiento de los animales, pero la convivencia con los humanos moldea la forma en que se este comportamiento se expresa.
Es decir, lo que muchas personas interpretan como instinto maternal en sus mascotas es en realidad una combinación de instintos sociales, aprendizaje y domesticación. No es que un perro o un gato vea a su dueño como a su cría, sino que lo reconoce como parte de su grupo y, en algunos casos, como alguien que necesita protección y cuidado.
Respetar la naturaleza de cada especie en la convivencia
Según los etólogos, uno de los errores más comunes en la relación de las personas con los animales es humanizar a las mascotas, lo que puede llevar a problemas de comportamiento y bienestar.
Cada especie tiene su propio lenguaje y necesidades. Un perro no necesita ser tratado como un bebé para sentirse querido, ni un gato busca el mismo nivel de interacción que un perro. Cuando intentamos que se comporten como humanos, podemos generar confusión, estrés o incluso ansiedad en ellos.
¿Cómo respetar su naturaleza sin perder el vínculo afectivo?
El vínculo entre humanos y animales es más que poderoso, pero debe basarse en entender y respetar a la naturaleza de cada especie. Nuestras mascotas nos quieren, pero a su manera, que es la manera en que su especie se relaciona y socializa. Comprenderlas sin imponerles comportamientos humanos es lo mejor que podemos hacer por ellas.
Entender su lenguaje corporal:
Cada animal expresa sus emociones de forma diferente. Un gato que se esconde no siempre está siendo antisocial, puede que simplemente necesite un tiempo de tranquilidad. Un perro que no mueve la cola no está necesariamente triste.
Proporcionarles un entorno adecuado:
Las mascotas necesitan rutinas, ejercicio y enriquecimiento ambiental que se adapte a su especie, no solo cariño y gestos de amor.
Establecer límites saludables:
Dejar que un perro sea independiente o que un gato tenga momentos de soledad no significa que lo queramos menos, sino que estamos respetando su espacio que, en los gatos, puede ser muy importante.
Evitar la sobreprotección:
Al querer protegerlos, a veces les impedimos desarrollar sus instintos naturales. Un perro que nunca sale a socializar puede volverse temeroso, o un gato al que se le impide trepar puede perder su seguridad natural.
Guiarse por la ciencia veterinaria y etología:
El bienestar animal no se basa solo en el afecto, sino en entender sus necesidades reales. La mejor forma de demostrar amor a una mascota es garantizar su salud física y emocional según lo que la etología nos dice sobre su especie.
Como veterinarios y cuidadores responsables, debemos enseñar a los clientes a equilibrar el afecto con el conocimiento, asegurando que su bienestar se base tanto en el amor como en la comprensión de su instinto natural.
¿Es real el instinto maternal de las mascotas hacia los humanos?
El vínculo entre humanos y mascotas va mucho más lejos de la simple compañía. Hay perros y gatos que protegen a sus dueños, los siguen a todas partes e incluso muestran comportamientos que podríamos interpretar como maternales: lamen sus manos como si los limpiaran, los vigilan mientras duermen o cuando están enfermos, y hasta se ponen nerviosos si perciben un peligro cercano.
Esto nos lleva a una pregunta interesante: ¿es real el instinto maternal de las mascotas hacia los humanos, o es una interpretación que proyectamos sobre nuestros animales?
¿Por qué algunas mascotas muestran actitudes protectoras?
Los comportamientos protectores en las mascotas pueden tener varias explicaciones, dependiendo de la especie, el entorno y las experiencias que ha vivido el animal. Algunas de las razones más comunes son:
Instinto de grupo:
En la naturaleza, muchos animales viven en grupos donde la supervivencia depende de la protección mutua. Los perros, descendientes de los lobos, tienen una gran concepción de jerarquía y conservan el instinto de cuidar a los miembros de su manada, y en un hogar humano, la familia se convierte en su manada. El perro se sentirá el líder de la manada o respetará su lugar en la jerarquía.
Aprendizaje y reforzamiento:
Si un perro recibe afecto y recompensas cada vez que cuida a su dueño o muestra una actitud protectora, reforzará ese comportamiento. Lo mismo ocurre con los gatos que aprenden que seguir a su humano genera atención y cercanía.
Cambio de roles:
Cuando una mascota convive con un humano que percibe como indefenso o necesitado de compañía, puede asumir un rol protector. Esto se observa en perros que se acercan a sus dueños cuando lloran o en gatos que permanecen al lado de alguien enfermo.
Patrones de apego:
Algunos estudios sugieren que las mascotas pueden desarrollar una relación de apego con sus dueños similar a la que un cachorro o un gatito tiene con su madre. Buscan seguridad, protección y cercanía de la misma manera en que lo harían en su entorno natural.
Aunque estos comportamientos pueden parecer maternales, en realidad son respuestas al instinto de socialización y supervivencia (se preocupan por nuestra supervivencia y la suya), adaptadas a la convivencia con los humanos.
El papel de la domesticación en el desarrollo del vínculo humano-animal
La domesticación ha sido clave en la forma en que los animales perciben a los humanos. A lo largo de miles de años, los perros y los gatos han desarrollado una relación especial con nosotros, al punto de aprender a interpretar nuestras emociones, hábitos e incluso lenguaje corporal.
Algunos puntos sobre cómo la domesticación ha influido en este vínculo incluyen:
Adaptación emocional:
Los perros han evolucionado para leer expresiones faciales humanas y responder a ellas de manera similar a como lo harían con otros perros. Esto explica por qué un perro puede consolar a su dueño cuando lo ve triste.
Comunicación inter-especies:
A diferencia de los animales salvajes, las mascotas han aprendido a comunicarse con los humanos de formas que no existen en la naturaleza, como maullidos dirigidos a personas o ladridos con diferentes significados.
Dependencia afectiva:
Al crecer y vivir en entornos humanos desde cachorros, muchos animales establecen lazos emocionales que los hacen buscar nuestra presencia y protección como parte de su instinto de supervivencia.
¿Pueden las mascotas adoptar un rol protector con los humanos?
Seguro que has visto comportamientos que parecen demostrar protección o cuidado hacia los humanos. Tal vez un perro se mantiene alerta cuando un extraño se acerca a casa, o un gato se acurruca con alguien cuando esa persona no se encuentra bien. Pero, ¿hasta qué punto es real esta actitud protectora? ¿Se trata de instinto o es un comportamiento aprendido?
En la naturaleza, los animales cuidan de sus crías hasta que pueden valerse por sí mismas, pero en el hogar, este vínculo se transforma en algo más complejo.
Algunos perros parecen asumir el rol de guardianes de los niños, mientras que los gatos desarrollan hábitos que muchos interpretan como muestras de preocupación o compañía. Para entenderlo mejor, exploremos algunos casos y lo que la etología dice al respecto.
Perros que protegen bebés y niños pequeños: ¿instinto o aprendizaje?
Hay muchísimas historias de perros que protegen bebés en redes sociales y medios de comunicación: perros que no dejan que nadie se acerque a un recién nacido, que se tumban junto a la cuna o que alertan a los padres cuando algo no está bien. ¿Pero es realmente un instinto paternal o hay otra explicación?
Instinto de manada:
Los perros, como descendientes de los lobos, tienen una estructura social en la que los miembros más fuertes protegen a los más vulnerables. Un bebé o un niño pequeño puede ser percibido como un cachorro en la familia, por lo que algunos perros pueden tener conductas de cuidado y protección.
Asociación y aprendizaje:
Si un perro recibe atención positiva cuando muestra comportamientos de protección (por ejemplo, cuando los dueños lo animan a acercarse al bebé), reforzará esa conducta.
Sentido del deber:
Algunas razas, como los Golden Retriever, Border Collie o Pastor Alemán, tienen un fuerte instinto de trabajo y protección, lo que las hace más propensas a cuidar de los niños del hogar. Incluso el tan temido Doberman es conocido como el "perro niñera".
Aun así, no todos los perros actuarán de la misma manera. La socialización, la personalidad del animal y su relación con la familia influyen en la forma en que interpretan su rol en la familia y el hogar.
Gatos y su forma particular de demostrar cuidado
A diferencia de los perros, los gatos son menos expresivos en su comportamiento protector, pero también lo sienten y lo demuestran. Un gato que te sigue por la casa, que duerme a tu lado o que te lame el cabello podría estar mostrando señales de que te percibe como parte de su grupo social.
Los gatos no tienen un instinto protector basado en la jerarquía como los perros, pero sí pueden desarrollar un fuerte apego hacia su familia humana y demostrarlo a su manera.
Algunas formas en que los gatos demuestran protección son:
Supervisión discreta:
A diferencia de los perros, que pueden ladrar o interponerse entre un niño y un extraño, los gatos suelen observar desde la distancia. No es raro que se sienten en la puerta de la habitación de alguien o vigilen a un bebé dormido desde una estantería.
Marcaje y cercanía:
Un gato que frota su cabeza contra ti o duerme en tu regazo está reforzando el vínculo, marcándote como parte de su entorno seguro.
Atención a cambios emocionales:
Aunque los gatos no reaccionan igual que los perros, pueden notar cuando una persona está triste o enferma. En estos casos, algunos se quedan más cerca de lo habitual o maúllan suavemente como una forma de comunicación.
Influencia de la socialización temprana en la relación con los humanos
Uno de los factores que más influyen en la relación entre una mascota y los humanos es la socialización temprana. Los animales que han tenido experiencias positivas con humanos desde cachorros o gatitos tienden a desarrollar lazos más cercanos y conductas más protectoras.
Algunos aspectos de la socialización temprana incluyen:
Contacto humano en las primeras semanas de vida:
Un cachorro o gatito que ha vivido con personas y recibido cariño desde pequeño suele tener una actitud más confiada y receptiva hacia las personas.
Exposición a diferentes estímulos:
Los animales que han estado en ambientes variados (con niños, adultos, sonidos y otros animales) aprenden a adaptarse mejor y pueden desarrollar respuestas de protección según la situación.
Vínculo con el dueño:
Un perro o gato que ha establecido una relación cercana con su dueño es más propenso a mostrar comportamientos de compañía y apego, lo que puede traducirse en actitudes protectoras.
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¿Es bueno o malo que una mascota asuma un rol maternal con humanos?
Las mascotas nos dan compañía y afecto incondicional. A veces, su comportamiento parece ir más allá y se parece a un rol maternal, con gestos de protección, cuidado e incluso sobreprotección hacia sus dueños. ¿Es esto algo positivo o puede convertirse en un problema?
Beneficios: compañía, seguridad emocional y refuerzo del vínculo humano-animal
Que una mascota asuma un rol protector puede traer algunos beneficios para las personas de la familia y fortalecer el vínculo emocional. Algunos de estos beneficios son:
Sensación de compañía y apoyo emocional:
Muchas personas encuentran en sus mascotas una fuente de consuelo, especialmente en momentos de estrés o tristeza.
Bienestar psicológico:
Estudios han demostrado que el contacto con animales reduce los niveles de ansiedad y estrés, promoviendo la liberación de oxitocina, la hormona del bienestar.
Conexión más fuerte con la mascota:
Cuando un perro o un gato desarrolla una relación cercana con una persona, ambos pueden crear una conexión profunda basado en la confianza y el afecto.
Sin embargo, como en todo, el exceso puede traer consecuencias no deseadas.
Riesgos: sobreprotección, ansiedad por separación y problemas de conducta
Es normal que una mascota desarrolle un vínculo con su familia humana, pero hay casos en los que este vínculo se vuelve problemático. Algunas señales de alerta incluyen:
Sobreprotección excesiva:
Un perro que gruñe a cualquier persona que no conoce cuando se acerca a una persona de su “manada”, o un gato que reacciona agresivamente cuando su humano interactúa con otras personas, pueden estar manifestando una dependencia emocional poco saludable, parecida a celos posesivos.
Ansiedad por separación:
Si la mascota no quiere quedarse sola y desarrolla comportamientos destructivos, vocaliza en exceso o se deprime cuando su persona no está, es señal de que el apego ha cruzado un límite.
Expectativas poco realistas:
Algunas personas pueden reforzar estas actitudes creyendo que su mascota los protege porque los "ama como a un hijo". Sin embargo, esta es una interpretación humana del comportamiento animal y puede generar dinámicas poco saludables.
Cómo equilibrar el amor y la independencia en la relación con una mascota
El secreto para una relación sana entre humanos y mascotas es el equilibrio. Algunas formas de fomentar un vínculo saludable son estas:
Fomentar la independencia:
Enseñar a la mascota a pasar tiempo sola sin angustia es clave para su bienestar emocional.
Socialización adecuada:
Permitir que interactúe con otras personas y animales ayuda a evitar comportamientos territoriales o posesivos.
Refuerzo positivo:
Es importante demostrar afecto sin generar una relación de dependencia emocional extrema.
Desde la veterinaria: interpretando el comportamiento maternal en mascotas
Ahora bien, desde la perspectiva veterinaria y la etología, ¿cómo interpretar estas conductas y cuándo pueden volverse un problema?
Los dueños de mascotas a menudo interpretan ciertos comportamientos como muestras de instinto maternal. Sin embargo, ¿es realmente así?
Signos de que tu mascota está mostrando instinto maternal
Algunas señales que pueden indicar que una mascota ha adoptado un rol de "cuidador" incluyen:
Lamer y acicalar a su dueño:
Especialmente en gatos, este comportamiento es una forma de reforzar el vínculo social.
Posturas protectoras:
Perros que duermen cerca de su dueño en una posición vigilante, o gatos que se colocan estratégicamente en puntos de observación.
Ansiedad cuando el dueño no está:
Puede ser una muestra de apego extremo o, en algunos casos, de dependencia emocional.
Cuándo es normal y cuándo puede ser un problema de conducta
Es normal que las mascotas muestren apego y busquen cercanía con sus dueños, pero hay ciertos límites que no deben cruzarse:
Comportamiento normal
Tu perro o gato disfruta de tu compañía pero no se estresa en tu ausencia.
Busca protegerte en situaciones reales de peligro sin agresividad innecesaria.
Expresa su cariño sin necesidad de atención constante.
Signos de un problema de conducta
No tolera separarse de su dueño y muestra angustia extrema.
Presenta agresividad hacia otras personas o animales por celos o sobreprotección.
Demuestra una obsesión con lamer, seguir o vigilar al dueño en todo momento.
Consejos veterinarios para manejar estas conductas de forma saludable
Para evitar que una mascota desarrolle una relación de dependencia excesiva con su dueño, los veterinarios y etólogos recomiendan:
Fomentar el enriquecimiento ambiental:
Juguetes interactivos, tiempo de juego y actividades que estimulen su mente y cuerpo ayudan a mantener a la mascota equilibrada.
Evitar reforzar conductas ansiosas:
Si una mascota llora o se angustia cuando su dueño se va, es importante no reforzar esa actitud con excesivas muestras de afecto antes de salir o al regresar.
Consultar con un especialista si es necesario:
En casos de ansiedad severa o agresividad, un etólogo veterinario puede ayudar a corregir el problema con técnicas adecuadas.
Que una mascota adopte un rol protector o maternal hacia su dueño puede ser una experiencia tierna y gratificante. Sin embargo, es importante no caer en comportamientos que generen dependencia emocional extrema o problemas de conducta.
El objetivo siempre debe ser un equilibrio entre amor y autonomía, permitiendo que la mascota sea feliz en su naturaleza sin esperar que tenga reacciones humanas. Se puede construir una relación armoniosa en la que tanto la mascota como su familia humana disfruten de una convivencia saludable.
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